Actualmente muchos adultos —tal vez demasiados— visten, se expresan, piensan y se comportan a diario de maneras «infantiles». Sociedades enteras, como la norteamericana, son objeto de burla constante por el tono y talante pueril de su cultura.
Por otro lado ¿alguien recuerda alguna etapa más seria que aquellos años luminosos, lluviosos y encantados bajo la curvatura del cielo, llenos de imanes y esferas flotantes de jabón en los que se despierta al mundo, se le observa y mira de frente?
Ser un niño es un asunto serio que —cuando se es niño— tiene muy poco de «infantil». Y es que, quizás ya va siendo hora de empezar a
Se puede abrir la conversación con cualquier pregunta que nos guste. No hay respuestas “correctas”, solo ideas para identificar capas de significado que nos interesen.
1)Fondo y forma ¿Cuáles son el fondo y la forma de esta obra? Fondo: lo que la obra dice sobre el mundo, tema, visión, sentido profundo Forma: cómo lo dice, qué palabras elige, cómo estructura la narración.
2)Intención del autor ¿Para qué escribió este libro la autora/autor? ¿Qué busca explorar o cuestionar?
3)Transformaciones internas ¿Hay transformación en los personajes, en las ideas o el relato? ¿Lo hay? ¿En qué consiste ese cambio?
A continuación ChatGPT —conectado a todo el conocimiento políglota en red que hay en el mundo— diligentemente escucha mis advertencias, pone atención a mis consejos, y se auto-programa bajo mi supervisión estricta para no reincidir en los disparates discursivos y lavados cerebrales cometidos en contra de la humanidad y de la salud mental. Todo esto —se sobreentiende— ni tan en serio, ni tan en broma, en un fragmento de “conversación” que tuve con el robot esta mañana (texto en azul soy yo).
[…]
Muy bien robot,ahondemos un poco en ese «machismo clásico» —dices tú que es una ideología—, ahondemos también en eso que llamas «machismo estructural». Háblame un poco más sobre estas dos interesantes categorías en el contexto de tu análisis de la película [From Russia with love (1963)]
Perfecto, aclaremos «machismo clásico» y «machismo estructural» como categorías ideológicas y simbólicas, especialmente en el contexto de «From Russia with Love» (1963), pero también de manera general y rigurosa, siguiendo un enfoque académico y evitando simplificaciones periodísticas.
1. Machismo clásico como ideología
Definición académica: El «machismo clásico» puede definirse como la ideología social, cultural y simbólica que privilegia sistemáticamente
Cónclave es un «thriller» anticatólico dirigido por un judío y basado en una novela escrita por un periodista amarillista inglés. Los adolescentes seguidores del monstruero Guillermo del Toro y de la literatura fantástica y de terror ocultista van a estar morbosamente fascinados con el final salido de la manga, pensado para perturbar mental y psicológicamente a la audiencia, digno de un titular del tabloide sensacionalista ¡ALARMA!,o la nota roja.
Supongo que la moraleja para los niños y adolescentes que vean la película es que el elegido de Dios entre «toda esa bola de cerdos cardenales corruptos» (todos los hombres aquí son presentados como unos gorilas violadores opresores ambiciosos) solo puede ser un humilde sacerdote hermafrodita: la persona más decorosa y recta, la más piadosa, decente y moral de todas, salida de la nada. Jesucristo se nos quedó atrás en sencillez, modestia y simpatía.
Por cierto, a este uso de la entronización del marginado o del débil, con fines políticos o de mercadotecnia social, se le conoce en inglés como virtue signallying, que en español podríamos traducir a cosas como «falsas señas de virtud», «alardeos falsos de virtud», «ostentaciones falaces de virtud», etc.
En momentos culturales sin rumbo como los actuales, este virtue signallying produce un corto circuito espiritual-cerebral alimentado por una propaganda
El problema de cómo ser alguien en la vida, de cómo labrarse un cierto estatus social, para ocupar un lugar en el mundo —problema que tiene al hombre ocupado desde que nace hasta que muere—, a la mujer promedio, comparativamente hablando, la tiene sin cuidado. Nace con el problema resuelto, al menos en su parte más delicada y compleja, que es la existencial: ella reproduce a la especie.
El problema está resuelto para ella también, desde el momento en que elige al marido adecuado, aquel congruente con lo que ella puede ofrecer y —desde luego— si no es una feminista inteligente que renuncia a la maternidad a los 22, se arrepiente a los 42 y entonces un día decide dar a luz a un perro, al que pone un mameluco, le truena los dedos y lo llama «guapo».
Guapo
Lo anterior explica la eterna —y hasta cierto punto, normal— dinámica de convivencia y rutinario desencuentro doméstico en no pocas parejas: mientras que ella no ve inconveniente en que los dos pasen sus ratos libres pidiendo comida a domicilio, viendo series de TV o películas taquilleras y saliendo de vacaciones «con amigos» a lugares turísticos chatarra pero aptos para sacarse selfies (como el festival del globo en León, Guanajuato), él —si es un hombre promedio genuino— tarde o temprano experimentará la sensación de estar perdiendo un poco su tiempo al lado de ella y su
Este año de 2069 celebramos los ochenta años del natalicio del guionista, poeta y ensayista Francisco Gutiérrez Alberto, nacido un día como hoy del 29 de enero de 1989. Geógrafo e historiador de formación, Gutiérrez Alberto es célebre por «Alpiste de junio», así como por «La recua al cerro y el arriero al merendero». Amén de su fama meteórica como guionista y cineasta, estamos delante de un hombre fenoménico que solo se da cada quinientos años.
Francisco Gutiérrez Alberto es el primer ser humano en la historia, en mostrar al mundo y a la comunidad científica, que es posible y viable ser una persona funcional, vivir una vida normal, de manera notoria, alcanzar fama internacional gracias a una obra intelectual y artística resultado de un duro esfuerzo de varias décadas, con tan solo el 24% del cerebro en funcionamiento —al máximo de su capacidad, eso sí— y teniendo el otro 76% de la masa encefálica, en lo que los neurofisiólogos en su momento describieron como “área del cerebro en estado inexplicable de ocio vegetativo”
«Es difícil saber por dónde empezar, si no empiezas con la verdad» —Marilyn Monroe
Voy a argumentar que el amor romántico —que tanto anhelan las mujeres en general— es profundamente incompatible con otras cosas que también anhelan con vehemente locura, como por ejemplo, el entronarse o el entronar a otras mujeres en altos puestos de autoridad. Esto incluye la presidencia de la república. Es un argumento de lo más interesante y que, por todas las disciplinas y facetas que involucra, no es fácil de elaborar en tan reducido espacio. Pero vale la pena intentarlo. Antes de empezar voy a tener que hacer algunas aclaraciones no muy de mi agrado, pero en beneficio de cierto tipo de lectores.
Aquí y ahora —como millones de mexicanos— puedo decir que estoy de «moderadamente» a «muy», y hasta «mucho muy» satisfecho por la mayoría aplastante con la que Claudia Sheinbaum triunfó y se convirtió en un molesto y traumatizante estorbo para las ambiciones malsanas de personas que nunca supieron —ni nunca le dijeron a nadie — qué les pasó, cómo fue qué se atrevieron a entrarle a la contienda para gobernar a México. Aún si yo perteneciese a una hipotética derecha verdadera, nunca hubiese visto a estas personas como una opción a votar.
Esto, en el corto plazo. Pero en un escrito sobre el mediano y largo plazos —como éste— los motivos para estar contento disminuyen. Se trata de una cuestión profesional, no personal. Estoy obligado a ver las cosas desde otros puntos de vista: a brincar de lo «agradable» a lo «interesante» y de ahí a lo «importante», aún si para muchos lo importante no termina siendo agradable.
Lo anterior significa que, —Y SIRVA ESTO DE AVISO LEGAL—decir lo que otros quieren escuchar para ganarse la simpatía unánime —y de paso fingir vasta «inteligencia emocional»— no encabeza la lista de prioridades del autor. Como filósofo de la ciencia y narrador, voy a tener que adoptar más bien la postura de un «estúpido emocional» que enfrenta casos de «sobredosis de empatía» que a mucha gente a estas alturas tanto daño les ha hecho y hoy las forza a preguntarse ¿en qué momento, y cómo fue que me alejé tanto de la realidad? Eh ahí una prioridad legítima, urgente.
Este texto está más dirigido a los hombres que a las mujeres (de cualquier edad). Estas últimas lo pueden leer si así lo desean, a sabiendas de que en un mundo esencialmente mixto, hay circunstancias en las que los espacios para hombres separados de los espacios para mujeres son una buena práctica.
Cualquier persona puede leer el presente texto a sabiendas también de que su autor no puede secundar aquella creencia —puesta en circulación por algún «gurú» de moda o «life coach» pasado de lanza— según la cual, toda persona en nuestros días, no solo es responsable de lo que dice, sino responsable también de lo que los demás entienden de lo que dice.
Una cosa es la necesidad y el deseo de expresarnos con la mayor precisión, claridad y eficacia de la que seamos capaces, y otra muy distinta, la arrogancia y soberbia megalómanas de pretender que podemos controlar los procesos mentales de otras personas a un nivel tal que podemos darnos el lujo de responsabilizarnos de lo que piensan sobre lo que decimos
La siguiente es una «conversación» que tuve con una inteligencia artificial tras recibir una lista de recomendaciones de libros arrojada por ésta misma, en la que figuraba —casi como un objeto publicitario— «Sapiens: una breve historia de la humanidad» del activista israelí Yuval Noah Harari, a quién dicho sea de paso, y esto es importante tratándose de un «creador de contenidos»: le gustan los hombres.
Cuestionada sobre los muy posibles conflictos de interés hacia sus objetos de estudio, derivados de la ideología en favor del transhumanismo y del activismo político en favor de la homosexualidad por parte del autor de Sapiens, la Inteligencia Artificial se concretó, en todo momento, a tratar de negociar un «punto medio» como criterio legítimo de valoración.
Para quien no sepa qué es un conflicto de interés: no se debe pedir al lobo que cuide a las ovejas, ni preguntar a un peluquero si uno necesita un corte de pelo, ni pedir consejos a una feminista sobre cómo tratar a tu pareja ¿Por qué? Porque tienen conflictos de interés: hay una alta probabilidad de que sus intereses choquen con los tuyos (y si eres lo suficientemente cándido o torpe para no preeverlos)
Las sociedades no mueren, se arrojan a las vías del tren (o sea avientan por la ventana). Tiempo antes de su colapso final, muchas civilizaciones del pasado (Mesopotamia, Grecia, Roma) transitaron por un periodo de decadencia moral y homosexualización normalizada que las hizo destruirse a sí mismas desde dentro. Corrompiendo y envenenando relaciones, amistades, amores, familias, instituciones, naciones.
El homosexual varón promedio —si lo tomamos como unidad de análisis sociológico— tiene algo así como 25 años menos de esperanza de vida, que el varón convencional promedio. Son los principales consumidores de metanfetaminas derivadas de sus prácticas sexuales y estilos de vida desenfrenados; tienen altas tasas de suicidio, y mejor ahí lo dejamos. «Aceptar» no es lo mismo que «promover», y en este caso, no hay mucho que promover entre los niños y adolescentes en edad escolar, a menos que seamos psicópatas o sociópatas, queriendo acabar con todo lo que nos rodea, porque la vida «no nos trató bien», o algo a lo largo del camino «no nos gustó».
¿Por qué tan poca gente evoca la historia y los conocimientos científico-sociales que tenemos durante el «mes del orgullo»? No digo que lo hagan en la arena pública, pero sí al menos en el ámbito privado de sus conciencias. Ultimadamente ¿puede acaso más nuestro miedo a ofender que nuestro instinto de sobrevivencia como sociedad? ¿será que a estas alturas ya tenemos vocación para el auto aniquilamiento?
Constitucionalmente hablando, los integrantes de la población LGBT, tienen derecho a un lugar en la sociedad, pero ¿deben gozar del derecho especial a ser promovidos a todo lo ancho y largo de las instituciones y de la cultura?, ¿por qué estamos promoviendo su sistema de valores como si éste debiera prevalecer por encima de cualquier otro? Todo esto huele a suicidio social.
En el aula de clase, en las calles, en la tele y redes sociales, se espera que todos los mexicanos exalten y promuevan el estilo de vida de esta minoría en aprietos—o en necesidad de ayuda profesional— como si fueran héroes nacionales.